Tanto tiempo sin alas
que olvidé que las tenía
llenas de polvo
entumecidas.
Vendaval tras vendaval
me acostumbré a los paseos
para gente sin alas
o que también las olvidaron
y cargaban con el peso.
Había olvidado el miedo
de echar a volar
de rezar por mis alas.
De saber si me ayudaría la tormenta a despegar
o me mandaría al suelo
en picado
Ahora vuelvo con ganas de volar
pero después de la caída,
y la tormenta,
me espero a la calma.
O a otro vendaval.