Todos los días se aprende, hasta los más torpes y los más necios aprenden.

Es una consecuencia de estar vivo, y como reflejo, ser consciente de ese aprendizaje es la consecuencia de querer seguir viviendo.

Hoy no he aprendido nada más que el mundo a veces se queda pequeño.

Pero quiero seguir aprendiendo, a conectar con mi esperanza infalible, a saber a qué recurrir cuando, como hoy, no encuentro cobijo ni en el sol ni en la luna.

A no juzgar con la razón los sentimientos, puesto que no tiene sentido. No existe el mal o buen amor, y el que se atreva a categorizarlo no sabe lo que dice.

A saber identificar y rechazar las emociones a medio hacer.

De la misma forma que no hay mal o buen dolor. Asociamos de forma errónea la calidad de un sentimiento con su existencia o ausencia.

No creo que exista el amor malo. Lo que existe es una falsa percepción, una promesa falsa del amor que se asocia a su ausencia.

De esta forma no cabe decir “querer más” o “querer mejor”. Un sentimiento de por sí tiene que ser puro y completo, de no serlo, no es nada.

Quiero aplicar este mismo razonamiento a mi alma, a ser yo de verdad, y no de mentira.

Y a cuidarme bien, quererme de verdad, y no de mentira.